lunes, 20 de mayo de 2019

Al Urbión (2.228m) con los Nalgas Quebradas

18 de mayo de 2019

Camina mejor quien va mirando a las estrellas.

Con la esperanza de que la climatología y los dioses sean, en esta ocasión, un poco más generosos con nosotros y nos permitan disfrutar de las montañas distercias, se convoca una segunda subida conjunta de SanBures y Nalgas Quebradas, con el deseo de poderles mostrar la espectacularidad y belleza de la sierra de Urbión.

Como viene siendo habitual, la cita se fijó con unos pocos meses de antelación, en los que andarines de una y otra procedencia podrían ir planificando sus agendas para acometer la ascensión. Sin embargo, antes de poder lanzar el edicto oficialmente aparece un primer contratiempo: los de San Esteban, que mesurados serán, pero juerguistas también, han convocado para ese mismo día una Fiesta “Ye- yé” o fiesta setentera. La excusa, tan simple como inofensiva, era celebrar el 25 aniversario de la asociación de peñas.

Los de san Esteban, siempre mesurados son… (poema del Mío Cid)

Así las cosas, se decide mantener el llamamiento, pero con el prudente y discreto sigilo para no interferir en demasía esta lúdica actividad sanestebeña, que en cualquier caso limita el número de participantes.

Posteriormente, y ya a una semana del evento, es la meteorología quien se encarga de poner otro poco de guindilla a la cita, pues el anticiclón que nos lleva, hasta ahora, a temperaturas veraniegas, por encima de los 30 grados, parece que tornará el viernes en una bajada espectacular que, en la sierra que pretendemos recorrer, podría significar lluvia, incluso nieve, con temperaturas por debajo de cero. Parece que los dioses, nuevamente, no quieren ayudarnos a cumplir nuestro deseo.

Pero, ¡nada nos amilana!. A las 7 de la mañana del día fijado, puntuales a la cita salimos del frontón 8 ó 9 sanbures, dispuestos a recoger, en el Hostal, a otros tantos Nalgas Quebradas. Ponemos rumbo a la Laguna Negra; haciendo un alto para recoger a un último miembro de la expedición en la Venta Nueva.

Y sin más dilación, ponemos rumbo hacia a ese lugar emblemático de la provincia de Soria, que es la Laguna Negra, en plena sierra de Urbión.

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Su etimología, como ya hemos dicho en alguna otra ocasión, es curiosa. Podría provenir de las repoblaciones en el siglo IX, y en particular de la que llevó a los vascones a poblar el norte de las sierras hacia las que nos dirigimos y cuyo pico (2.228m) pretendemos alcanzar: el Pico de Urbión. Pico de las “Dos Aguas Buenas”, pues deja al Norte al río Najerilla que alimentará al Ebro, mientras que al sur da origen al padre Duero. Antaño habitados al Norte por los pueblos celtíberos de turmódigos y berones, y al sur por arévacos y pelendones. Hoy es vértice natural de separación de los territorios de Burgos, La Rioja y Soria.

El día no parece tan malo como lo pintaban. Llevamos un nuevo conductor, Samid, oriundo de tierras moriscas, quien nos lleva a la salida sin mayores dificultades, a pesar de las dudosas indicaciones de nuestro capitán.

Nos pertrechamos adecuadamente. Damos las instrucciones al conductor para la recogida, e iniciamos la marcha.

Al poco, la sempiterna parada al pie de la Laguna. No puede ser de otro modo. Los que no la conocen porque necesitan su tiempo para asimilar e interiorizar lo que están viendo; los que ya la conocemos porque no nos queda otra que respirar hondo, y hacer “mindfulness”; es decir, atención plena a lo que se tiene delante sin importar los problemas que cada uno pueda tener, y dejarse llevar, con el alma abierta, a las sensaciones corporales y espirituales, emociones y pensamientos.

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Machado, con La tierra de Alvargonzález, y otras leyendas de la laguna nos vienen siempre a las mientes mientras subimos al mirador de El portillo, donde hacemos obligada parada para despedirnos de la Laguna Negra y permitir que nuestro fotógrafo de hoy empiece a sentir que tiene por delante un día sin descanso.

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A partir de aquí la subida. Día claro y despejado, no exento de nieve caída recientemente ni de sensación térmica en el entorno de los cero grados. Es sencillamente gozosa. Jalonamos la ascensión con algunas paradas, disminuimos el ritmo en los pequeños tramos con hielo que encontramos, y aprovechamos para hacer varias fotos de familia. Aderezamos el trayecto con algún pequeño pero anecdótico traspiés, saboreando el paisaje de la sierra y emborrachando el alma de montaña… Ya en la cumbre del Urbión uno se siente más cerca de la gloria, pues la belleza se nos muestra en todo su esplendor.

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¡¡Y cómo no íbamos a celebrarlo!!. Sacamos pues la bota y hacemos una ronda eucarística, de acción de gracias a los dioses, antes de comenzar la bajada hacía el padre Duero.

Como hemos subido despacio pero más o menos del tirón, algunos feligreses demandan ya el almuerzo, así que nada más llegar al nacedero del Duero sacamos las viandas y los caldos. Salen los de Miño, algunos cosecheros,… y mientras rellenamos las vacías andorgas disfrutamos de una estampa inusual con sol y nevuscando.

Acto seguido, como llevamos hoy nuevos camaradas, hay que proceder al consabido bautizo. Eduardo Fernández, Juanjo, María, Elena y Natalia pasan a engrosar la lista de Caballeros y Damas de las Montañas Distercias, Hijos del Duero, y Amantes de la Muy Noble y Leal villa de San Esteban de Gormaz, y de otros cuantos títulos perennes que nuestro Capitán les concede con ayuda de su piolet y de las primeras aguas del Duero recogidas con su brújula.

Que los Dioses les protejan y les ayuden siempre a encontrar el norte en su camino!

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Tras la oración de rigor:

Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja,
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.
Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.
Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.
Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.
Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,
sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras. (G. Diego)

recogemos los bártulos y abordamos un descenso suave y tranquilo. De nuevo con algún descanso de reagrupamiento que se aprovecha para quitar o poner ropa, según las necesidades de cada cual.

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En armonía, con buen entendimiento y la habitual concordia llegamos a la Fuente del Berro. Punto de encuentro en el que debería encontrarse nuestro conductor, esperándonos. Pero, ¡¡sorpresa!!, no está. Conseguimos contactarle y dice estar en Duruelo por lo que le encomiamos a dirigirse a Castroviejo mientras nosotros hacemos lo propio a pie.

Cuando arribamos el conductor tampoco está. A cambio hay aparcado un autobús de los grandes, esperando a algunos de los andarines que nos hemos cruzado en la bajada.

Decidimos dividirnos de forma que un grupo se queda esperando al autobús mientras el resto nos dirigimos a Cueva Serena. Otro lugar peculiar y de cierto encantamiento que no deja indiferente a quienes lo visitan por primera vez, en el que hacemos las fotos de rigor.

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Regresamos a Castroviejo, donde sigue sin aparecer nuestro autobús, momento en el cual nuestro Capitán empieza a preocuparse, y mientras unos cuantos se quedan para averiguar el paradero de nuestro conductor, que es la primera vez que se acerca a estas latitudes, otros cuantos paseamos por Castroviejo, ese lugar donde la erosión ha esculpido durante millones de años las rocas creando formas caprichosas de aspecto fantástico. Nos acercamos hasta el mirador, y un mar de pinos se abre ante nuestra vista.

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Es el colofón de una jornada donde la pronosticada lluvia solo ha hecho aparición en los últimos minutos y de forma tímida. Un día de montaña completo y satisfactorio, donde cada cual se llevará grabadas en su retina imágenes de la sierra de Urbión, difíciles de borrar.

Pero hay que volver y seguimos sin autobús. Nuestro conductor, cuando hemos podido localizarle estaba a la altura de Neila. Más tarde, supimos que puso en el navegador Castrovido en vez de Castroviejo y, de esta forma, estando a tan solo 8 kilómetros se nos marchó a 50km, allá por Salas de los Infantes.

Menos mal, que todavía queda en la montaña gente de bien y solidaria, pues el autobús grande aparcado en Castroviejo, que iba a la mitad de su capacidad, cuando supo de nuestra situación, se apiadó de nosotros y nos bajó a Duruelo.

No pudimos sino agradecer el gesto con la única botella de vino que nos quedaba con vida: un Terraesteban de agradecimiento que apreciaron nuestros salvadores.

Ya en el restaurante enseguida apareció preocupado, avergonzado y agobiado nuestro Samid, al que acogimos en hermandad para disfrutar de otra más de las comidas a los que nos tienen acostumbrando los de Torreblanca.

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El regreso, esta vez, fue temprano con un doble objetivo, permitir a los que todavía tenían que regresar a sus casas llegar a una hora prudencial, y dar un respiro para el acicale de los que nos íbamos a incorporar a la Fiesta Ye-yé.

¡Otra gran jornada montañera más para el recuerdo!

Eduardo Bas.
18May2019
(Fotografías: Juanjo Muñoz)