jueves, 19 de abril de 2018

Por el enebral (sabinar) de Calatañazor

En Calatañazor, Almanzor,
no perdió el tambor.

Tras unos días de rara primavera, de un tiempo extraño y lluvioso que ha dejado ya más de 300 litros en la comarca en lo que va de año; anegando parajes, desbordando ríos y arroyos, arrastrando ramas y maleza, encharcando caminos, algunos no se atreven hoy a dejar en casa el paraguas. Eso que dicen que no lloverá, pero tras las experiencias pasadas recientemente… más de uno ve en la luna los cuernos de aguilanducho:

Si la luna tiene cuernos de aguilanducho,
o llueve poco, o llueve mucho,
o no llueve nada,
y se queda el tiempo conforme estaba.

Pues eso, que salió el republicano día cómo para fiarse de la climatología.

Pero los sanbures, inasequibles al desaliento, y resistentes a las inclemencias meteorológicas, se dan cita en el frontón, para coger el autobús, que, tras recoger a los colegas de El Burgo, nos dejará en La Aldeahuela de Calatañazor.

Nada más bajar del autobús nos sorprende gratamente el aspecto de este barrio o aldea de Calatañazor, hoy perfectamente recuperado, con unas cuantas casas rehabilitadas y reconstruidas con acierto, pero que a punto estuvo, a finales del siglo XX, de desaparecer; pues dicen que hubo una época en la que tan sólo lo habitaban dos familias y además… no se hablaban!!.

Cosas de Soria. Ya se sabe!!. Por cierto, hablando de cosas de Soria, hay que decir que circula un dicho de este lugar que tiene pinta de ser veraz, ya que reza:

En la Aldeahuela,
el que más larga la tiene,
más hondo la cuela.

Con estas reflexiones sorianas comenzamos la jornada. Marchamos por un suelo embarrado y resbaladizo, pero del que a medida que pasan los minutos y nos adentramos en el enebral nos vamos olvidando para disfrutar del entorno. El día gris impone un ritmo vivo, por un sendero desconocido, zigzagueante y sin señalización, que nos debe conducir al chorro de Despeñaelagua, también conocido como Cascada de La Fuentona.

En el camino, como ya anunciase la convocatoria de hoy, nos encontramos con unas cuantas majadas o tainas o tenadas, de esas que antaño servían de redil para guarecer ovejas y pastores. En una de ellas conseguimos agrupar a todas las ovejas sanbures descarriadas para hacer la primera foto de familia de hoy.

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Y cuanta no sería la emoción del momento que alguno tuvo que volver a por la mochila olvidada en tan noble lugar.

Al poco… otro espectáculo de la naturaleza. Como íbamos cresteando, tratando de buscar y bordear un pequeño cortado, nos encontrábamos en lo alto del mismo que se nos apareció de repente. Pero allí, por naturaleza, estábamos en terreno que pertenece a los buitres, a los que nuestra presencia obliga a salir en lento y reposado vuelo. Estampa preciosa para la retina, la de unos animales de un extraño color marrón claro, casi blanco, de la que podemos disfrutar durante unos minutos mientras estamos siendo vigilados por uno de ellos que decide esperarnos y tantearnos.

Creo que ya hemos comentado en alguna ocasión que uno de los más conspicuos representantes de Sanbur, cuenta en su preciada testa con la singular herida de guerra hecha por un buitre cabreado, de modo que conocedores de primera mano de los malos humos y las malas artes de estos bichos, mantenemos la distancia prudencial hasta que nuestro desafiante enemigo decide alzar el vuelo.

Y, casi planeando como los buitres, llegamos al mirador de La Chorrera de Despeñaelagua. Se trata de un cortado no digno para afectados por el vértigo, pero no por ello menos bello.

Al acabar de coronar para bordear el cortado se decide que ya nos hemos ganado el almuerzo y nos ponemos manos a la obra.

Salen los caldos de las mochilas y empiezan a rular. Hoy tenemos algún rosado de Terraesteban, un par de añadas distintas de viña Vaina, los nada despreciables líquidos de Morcuera…

… y surge la polémica de la jornada: estamos en un sabinar o en un enebral?

Nos dice Jesús que lo que tenemos a la vista son enebros, como los de su pueblo, y que los matorrales bajos y espinosos, que también vemos, son los jabinos o sabinos.

Y efectivamente, Miguel Ángel Navas nos confirma que estamos en un mal llamado sabinar. Que lo que tenemos delante son realmente enebros de la familia de los Juniperus. Parece ser que hay más de 50 especies distintas. Nos cuenta las diferencias entre ambos: enebros y sabinas. Que no es del todo cierto que los enebros mantienen sus hojas espinosas toda su vida mientras que las sabinas, son espinosas sólo en su infancia. Que la sabina albar es el juniperus thurifera. Que del jabino o sabino es de donde se sacan las bayas para la ginebra (de enebro, genever allá por los países nórdicos). Que si los nombres comunes, por repetidos, también son válidos. Que enebros o sabinas son dioicos; es decir, que hay machos y hembras.

Nos quedamos pues con la duda de si estamos en un enebral o en un sabinar; en el enebral de Calatañazor o el sabinar de Calatañazor.

Por cierto, que Calatañazor es palabra árabe: Qal`at an-Nusur (castillo de águilas – o buitres?), situada donde dicen que estuvo la ciudad arévaca de Voluce. Nada que ver con cristianos ni con los condes castellanos que luego la pretenderían.

En el baja-sube al que nos enfrentamos tras el almuerzo enseguida los efectos de la lluvia de estos días se nos hace evidente: no hay sitio por donde cruzar el arroyo sin comprometer el calzado. ¡¡Difícil decisión !!. Trato de saltar, pero la distancia es grande. Nadie es capaz de saltar tal longitud. En 2 ó 3 pasos creo que paso y con suerte las botas aguantan. Me descalzo y vuelvo calzarme. Algunos ponen unas cuantas piedras para tratar de solventar el percance, pero al final cada uno haciendo de su capa un sayo consigue atravesar el arroyo cómo bien puede, sin que se constaten males mayores.

Sea como fuere seguimos nuestra marcha hasta La Fuentona primero y hasta la base de la Cascada después. Como ya divisábamos desde arriba, tenemos una vista única de la cascada, caudalosa, abundante como pocas veces. Las precipitaciones de estos últimos meses nos han traído nuestra recompensa !!

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De repente detectamos que tanta taina, tanto buitre, tanto enebro/sabina, tanta lluvia caída, han provocado hoy más paradas de las previstas y el tiempo se nos echa encima si queremos llegar a tiempo al restaurante de Calatañazor.

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Hacemos pues el camino con premura, provocando algún que otro esbarón, hacia la “sabina milenaria” donde una segunda foto de familia inmortaliza la jornada. Acto seguido, continuamos, raudos, camino del banquete imitando al enfermo, dolorido Almanzor, en su caminar hacia Medinaceli.

Y efectivamente, casi sin darnos cuenta alcanzamos el destino de la jornada: el restaurante Calatañazor en el pueblo del mismo nombre, lugar de habituales jornadas gastronómicas mozárabes.

Nos recibe una caja de cervezas, antes de entrar a comer, para favorecer la relajación por la consecución de la meta propuesta. Seguidamente nos dejamos traer los merecidos platos del abundante menú que no todos son capaces de acabar.

Y de la panza sale la danza, así que algunos cánticos después abandonamos el local para dar un paseo rápido por las obras de restauración del castillo y recordar al gran Almanzor, ese cuyo nombre completo, bien sabe pronunciar nuestro guía:

Abu ʿAmir Muhammad ben ʿAbd Allah ben ʿAmir ben Muhammad ben al-Walid ben Yazid ben ʿAbd al-Malik al-Maʿafirí al-Mansur

Ese cuya vida habría que estudiar de obligado cumplimiento en las escuelas, mucho antes que los catecismos y mandamientos, y por supuesto mucho antes que al Cid, por cronología y por importancia.

Sus hazañas te enseñarán sobre él,
como si lo vieras con tus propios ojos.
Por Dios que jamás volverá a dar el mundo nadie como él,
ni defenderá las fronteras otro que se le pueda comparar.

Y de momento, desde el año 1002, no lo habido, por mucho que la crónica burguense (la de la catedral de Burgos) dijese aquello de que “En 1002 fue muerto Almanzor y sepultado en el infierno”.

El bueno de Sancho García, quien, tras traicionar a su propio padre, había probado ya, dos años antes, la medicina del gran Almanzor, en Cervera, quiso hacer creer, publicar y difundir una supuesta victoria sobre Almanzor en este preciso lugar en el que nos encontramos.

Bien que quisiera honrar la muerte de su padre Garci Fernandez a manos de Almanzor, en la batalla de Alcozar, en Piedra Sillada, pero que el de los buenos fueros pretendiese dar pábulo a que En Calatañazor, Almanzor perdió el tambor resulta más falso que el master de la señora Cifuentes.

Aunque a decir verdad la culpa del bulo no es achacable a Sancho sino a la iglesia, ya que fueron ellos quienes comenzando con la Crónica Najerensis, pasando por el Chronicón Mundi del obispo Lucas de Tuy, y por Rodrigo Jiménez de Rada, se llega a la 1ª crónica general de Alfonso X el sabio, que se hace eco de este embuste, de esta patraña de interés para la cristiandad.

La realidad es que un sesentón Almanzor salió de Córdoba ya enfermo el 21 de mayo de 1002 para lo que sería su 56 razzia o aceifa contra los cristianos. Como en las últimas ocasiones lo haría desde Medinaceli, pasando luego por Gormaz, San Esteban de Gormaz y Clunia. Su objetivo esta vez era arrasar San Millán de la Cogolla, y el plan fue milimétricamente ejecutado. Como siempre desde hacía 25 años. Como todos los años (excepto uno, marcado por la traición de su hijo Abdalá). Pero los dolores debidos a la artritis gotosa que sufría le obligaron a retirarse a Medinaceli. Tuvo de hecho que ser trasladado en una litera debido a que su enfermedad le impedía montar a caballo. Por mucho que pasase por Calatañazor en ese viaje de regreso no consiguió llegar a su destino y falleció en tierras de Bordecorex el 9 de agosto de aquel año de 1002.

Subamos pues al castillo de las águilas o de los buitres, recién restaurado en parte, y oremos por Almanzor mientras contemplamos el llano por el que tuvo que atravesar, enfermo, moribundo, camino de su casa en Medinaceli a la que no llegaría.

En fin, otra jornada de naturaleza e historia. Otra jornada de ensueño para el recuerdo. Otra jornada sanbur para repetir.

Eduardo Bas
14Abril2018

PD.- Escuchemos a Almanzor:

Hoy no les faltarán a los carroñeros cristianos tierra y fosas para poderme enterrar; y eso a pesar de toda la tierra que yo les he conquistado y las numerosas fosas que les he obligado a ocupar. ¡Todavía les quedan !. Hoy, todos me “matan” antes de tiempo, toda la tierra cristiana se abre precipitadamente para recibir mi cuerpo maltrecho cuando todavía palpita. No necesitan atalayas con espejos ni hogueras ni palomas mensajeras ni corredores sudaneses para propagar la noticia; andan tan ansiosos que sin esperar ya cavan la tierra dura convirtiendo este último, penoso camino en un cementerio lineal de incontables fosas vacías.

Les pido un poco de calma, que me “maten” algo más tarde, que me permitan con su magnanimidad militar llegar a Medinat Salim. ¿Acaso no tuve yo esa deferencia con su Garci? Por favor, ninguna victoriosa emboscada del mejor ejercito de Europa, ningún ataque sorpresa con ayuda de San Picopato junto al cerro de san Miguel o al vallejo de la Venganza (que sólo es vergüenza). Quieren matarme con patrañas a mí cuya máxima militar y humana siempre fue las misma: enfrentarme al enemigo en campo abierto.
...

Dios me aleje del pecado de la soberbia, pero, ¿no seré reconocido por la posteridad como un auténtico mahdí? ¿Acaso no he salvado al-Andalus en las innumerables, sucesivas guerras? Gracias a mi mano, ¿acaso ha disfrutado el califato de otros tiempos tan esplendorosos? ¿y no lo hice todo en nombre de Dios, por él y para él?. Por siglos se reconocerá el éxito de la tierra que se me ha dado para gobernar, el anuncio de los logros atravesará fronteras y tiempos y seremos dignos de encomio para la posteridad. Pero sólo un triunfo, el de la umma, es mi triunfo que a ella y sólo a ella dediqué mis esfuerzos. Pero de poco tiempo dispongo ya para morir en yihad (no se le puede pedir semejante favor a enemigo tan exhausto).

A. Manrique