La reconciliación es más bella que la victoria
Toca hoy, veintiocho de diciembre, día de los santos inocentes, y quiero suponer que sin segundas intenciones, honrar el artículo quinto del estatuto de SanBur, que reza –nunca mejor dicho lo de rezar tratándose de El Burgo- “Por el hermanamiento de dos pueblos históricamente enfrentados”.
Y el día amanece cálido, apacible, y sin las heladas de los días previos; por encima de los cinco grados, parece un día casi primaveral a no ser por el viento puñetero que en ocasiones se hace notar.
A eso de las 9 de la mañana van llegando macutos hasta la estación de autobuses. Más de una cuarentena se pone rumbo a la Atalaya, desde donde una vez más se entiende mejor la historia de SanBur y la de su mencionado artículo quinto, la historia de cuando éramos frontera y la de sus avatares pasando de mano en mano, como la falsa moneda.
Desde aquí divisamos, sin dificultad aunque el viento corte un tanto el ánimo, las atalayas de Uxama y de El Enebral, y a los nuevos les siguen sorprendiendo estas construcciones árabes, de defensa y de vigilancia, preludio de las garitas y de las guardias que hicieran algunos durante el servicio militar, no ha mucho tiempo, allá cuando todavía existía y era obligatorio, allá cuando todavía tocaba el acudir a filas y las quintas cobraban todo su sentido.
Y es que estos campos, los de Osma y los de San Esteban, han sido hermanos de sangre derramada en los tiempos de justicia natural, en los tiempos donde había que equilibrar la balanza, en los tiempos donde imperaba la venganza; pues desde el lado más cristiano de la contienda lucharon en bastantes ocasiones, por el siglo X, más de una veintena larga, contra un mismo enemigo, contra los de la media luna; quienes eran entonces superiores en muchas cosas a los que se resistían.
Así fue como El Burgo… de Osma, ya en el siglo XI_XII, y a través de un militar francés, luego religioso, el obispo San Pedro de Bourges, al que Alfonso VI le encargó la tarea, pudo nacer. Y es que El Burgo tuvo que esperar a la muerte de Almanzor, de al_Mansur billah, el victorioso por la gracia de Allah, aquel al que fueron incapaces de vencer oxomenses ni sanestebeños, y hasta se tuvieron que inventar una falsa derrota del general árabe en el cercano Calatañazor para reforzar así su identidad.
¿Quién no ha oído por estas tierras lo de: En Catalañazor, Almanzor perdió el tambor?. Tras las continuas victorias sobre los cristianos, había que inventarse un mantra para tranquilizar los espíritus, y así surgió esta mentira repetida de una inexistente batalla. La realidad es que la artritis gotosa del gran Almanzor es la que le hizo regresar de San Millán de la Cogolla, pasando por Calatañazor, quedándose finalmente en Medinaceli y sin alcanzar su Córdoba querida. Atrás quedaban las 60 campañas lanzadas contra los cristianos sin conocer la derrota; atrás también el saqueo de Barcelona y el de Santiago de Compostela. Ahí es nada!!.
Desde esas épocas de trajines de árabes, musulmanes y cristianos, que circulaban por los páramos que separan Gormaz de estas tierras, han pasado más de diez siglos, y ni unos han superado el cristianismo ni parece que los otros lo hayan hecho con el islam. Seguimos pues en las mismas o similares batallas y por parecidas razones, aunque lo hagamos, eso sí, con medios más modernos y sofisticados.
Cuánto mejor nos iría si apareciese algún nuevo Almanzor a repoblar estas tierras resecas por la sequía y por la falta de almas!!
Pero aunque lo intentemos olvidar, los caminos, los huertos, los canalizaciones, los adobes, las murallas de tapial, las atalayas… son del origen que son, demostrando así que el soriano, como el de cualquier otro lugar, no es una raza aria ni pura sino mezcla de mezclas voluntarias o forzadas y que han dado el resultado que han dado. Y aquí estamos.
Dejadme por tanto escuchar a mi amigo Alberto Manrique hablar del Almanzor ya moribundo:
"Habrá sido el misericordioso y didáctico Alá o el triste y simple azar el que me ha arrastrado hoy, en mi postrera batalla, a uno de los escenarios donde me inicié como guerrero. Durante estos veinticinco años no he olvidado los manantiales, ni la diminuta laguna donde abreva el riachuelo, ni la fresca chopera crecida al mor de la humedad donde reposé tras la victoria y donde se refugia hoy mi tullido cuerpo huyendo de la más dura canícula, descansando brevemente en esta penosa aceifa, en este último victorioso y definitivo viaje. "Aquí, en este pequeño y ameno soto que fragmenta el espeso carrascal, mi querido general Galib, mi maestro Galib, el Galib que acabó con mi enemigo Al-Musafi, el que un año después se convertiría en mi suegro Galib, el que la envidia por mis éxitos políticos y militares acabó transformando en el traidor Galib poco tiempo más tarde, me aleccionaba analizando la toma de la muela fortificada por los cristianos. Habíamos conquistado La Mola con mi valor y su experiencia como indicaba su mirada complaciente y mi íntimo convencimiento de que yo, el mayordomo Muhammad Ibn Abi-Amir, me convertía irremisiblemente en el hachib al-Mansur bi-l-Lah.
Con estos recuerdos de alianzas y traiciones, tan propias en un bando como en el otro, nos internamos irremisiblemente en el que por este lado llamamos Monte de Quintanilla, y que se llega hasta Osma.
No sin antes acercamos a Las Chorreras, paraje natural donde la erosión ha dibujado caprichosamente en arcilla nuestro pequeño cañón del Colorado, nuestra pequeña ciudad Encantada de Quintanilla, nuestra pequeña vagina generadora de encinas.
Y mientras alcanzamos el punto donde recobrar fuerzas, entre los parajes de Pedazo de Guarro y de La Cagarruta, que ya son ganas de poner nombres escatológicos; mientras buscamos acomodo –decía-, para dar cuenta del almuerzo de la mochila de cada cual, mi amigo Julio me habla de La Mostaza, ese riachuelo, fenómeno natural, que hay que visitar en Valdanzuelo, allá por primavera. Y uno recuerda entonces cuando de joven se acercaba en bicicleta, que no mountain bike como se lleva ahora, a pescar cangrejos a Valdanzo; así que habrá que proponer a la junta directiva de SanBur una excursión por ese rincón provincial en cuanto se acabe el invierno.
Con algo de viento, algo más de vino, y con mucha armonía, degustamos el refrigerio en Las Chorreras antes de continuar el sendero, siempre entre encinas aunque salpicadas de alguna sabina, hasta llegar a Osma.
Y de aquí a El Burgo en un paso.
Entonces es cuando aparece el convento de El Carmen, dedicado a la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, pero de tanta devoción en estas tierras del Ucero y del Abión. Y claro!, se nos vuelven a las mientes el Karmel o al-karmel, el jardín árabe; otra vez los árabes… ahora reaprovechados, reabsorbidos por los de las catedrales.
Hablando de catedrales hay que decir que dicen que uno del Burgo tuvo la osadía de llamar, en cierto tono despectivo, “tapia” al Castillo de San Esteban, - con razón, añado yo, no en lo despectivo sino en la denominación- y desde entonces se conoce en San Esteban a la preciosa torre de la catedral de El Burgo, como “el palomar” de los de El Burgo.
Estas y otras cosas parecidas son las que justifican el artículo quinto de los estatutos de SanBur, y aunque nos hubiese gustado una composición más equilibrada de miembros de una y otra parte, aquí queda el testimonio de lo que fue este día de hermanamiento en la plaza de la catedral, plaza que lo fue principal de la población, según nuestro guía de la jornada:
Tras la foto de familia sanburguense, disfrutamos de la villa episcopal, paseamos por los hermosos soportales de la villa, y tras escuchar la experiencias, no todas aleccionadoras ni alentadoras de Jesús en el Instituto, antigua Universidad de Santa Catalina, toca ir a deleitarse de una buena, armoniosa y excelente comida de hermandad en Tinto y Leña, y que hubiese sido redonda con un buen ribera.
Villancicos de postre, ilustrados con el tenor Pedro Muyo, y, como remate el cava, detalle de Elvira, que esta vez tenía motivo para celebrar. Nos alegramos por ella y deseamos que estos caminos nos sigan deparando momentos de encuentro y de confraternización.
Fin de año SanBur. Principiamos pues 2016. Salud compañeros!!
Eduardo Bas.
Diciembre 2015