viernes, 11 de mayo de 2018

Por los caminos de Matanza, Villálvaro y Zayuelas

5 de mayo de 2018

La primavera ha venido.
Nadie sabe cómo ha sido.

Hoy sí, hoy por fin vamos al encuentro de la primavera. Unos 15 sanbures acudimos prestos a la llamada de nuestro capitán.

¡Oh capitán! ¡Mi capitán!

Nos damos cita en el frontón, desde el que comenzamos la marcha, pero esta vez para sorpresa de todos lo hacemos por la vía del tren con intención de cruzar el túnel.

Apenas subimos a la vía del tren y afloran los recuerdos de antaño; porque atravesar actualmente el corredor resulta tarea sin mérito alguno, pero, ay! amigo!… en su día, en los días de la infancia de muchos de los andarines de hoy, el entrar en el túnel (y en el cementerio) era empresa que requería un alto valor no alcanzable para cualquiera.

Aquellos intrépidos mocosos de 8, 9 ó 10 años que se lanzaban a la aventura, pasaban en ocasiones el subterráneo con la congoja adosada al cuerpo como una lapa, por más que tratasen de simular calma y sosiego. Y no todos lo conseguían pues la mayoría a los pocos pasos se daba la vuelta de regreso. También estaba quién lo conseguía pasando como de puntillas, como no queriendo tocar el suelo más de lo estrictamente necesario para sobrevivir a los peligros y a las amenazas del túnel… peligros causados porque entonces, a diferencia de hoy, el tren circulaba por esa vía sin que supiésemos a ciencia cierta a qué hora pasaría el Shangai o el tren de mercancías; amenazas, también, porque éramos conscientes de la que nos esperaría en casa si los padres descubrían nuestra barrabasada. Eran las cosas de los chicos de antes. No teníamos móviles ni consolas, pero sí tardes enteras a nuestra disposición para hazañas como esta, proezas que añadían adrenalina a la niñez y mocedad.

Enseguida, Jesús de Blas nos contó una historia sobre esta galería que muchos desconocíamos. Aquí fue donde se refugió Erik el Belga, el más famoso ladrón de obras de arte sacro del siglo XX, poco antes de ser detenido por primera vez.

Efectivamente, parece ser que en 1966 trató de robar de la Catedral de El Burgo su famoso Beato de Osma, un manuscrito de 1086 y una de las mayores joyas de la dicha catedral. Afortunadamente, alguno de sus colaboradores se fue de la lengua en el último momento, de forma que Erik se vio obligado a abortar la operación y escapar. Llegó hasta San Esteban, donde se refugió en el túnel. Al ir armado, y estando dentro del pasaje, la guardia civil tuvo que emplearse a fondo; sin embargo, finalmente fue cogido a unos kilómetros más adelante en su huida en dirección a Langa.

Y continuando con los relatos, Vidal recuerda también como, unos años más tarde, el maestro llevó a toda la chiquillería de la escuela hasta la entrada del túnel para contemplar el rodaje de una serie que tenía por protagonista a Pepe Martín, el famoso actor de la época que había cautivado a media España por su interpretación televisiva en El Conde de Montecristo.

Con estos recuerdos recorrimos los apenas 100 ó 200 metros de galería, para enseguida abandonar la vía que dejó de utilizarse para uso de viajeros en 1985, y para mercancías en 1994.

Sanbur_SanEsteban-Zayuelas_05

Pusimos rumbo a Matanza, a Matanza de Soria, por un camino verdaderamente primaveral, dejando a la diestra el monte Exide, que es la razón de ser de una de las industrias más conocidas de San Esteban: La Tudor.

Un poco más adelante, también a la derecha del camino, sorprendemos lo que la mayoría da por un ciervo, mejor dicho, cierva, pues no tiene cuerna. Es un bicho de un tamaño espectacular. Puntualiza Aníbal, para reforzar la clasificación del animal como una cierva, que en su marcha no ha mostrado el culete blanco de los corzos.

Sea como fuere, enseguida alcanzamos Matanza y antes de hacer la parada para el almuerzo visitamos su románica iglesia de San Juan,

Esta vez, como somos pocos y hay que reservarse para la comida, el alto en el camino es discreto, al pie de una fuente que rebosa agua por todos los caños, y desde donde se disfruta de un día realmente de primavera; seguramente el primer día del año que puede calificarse de primaveral.

Abandonamos Matanza recordando, otra vez, a los árabes, y más particularmente a los omeyas cordobeses, pues es probable que este pueblo deba el nombre a alguna de las matanzas que árabes y cristianos acostumbraban a llevar a cabo por estas tierras, allá por los siglos X y XI.

Y de Matanza a Villálvaro dando un rodeo para ir por el Soto, ese lugar casi oasis, regado por el Río Rejas o río Madre, que reverdece los sauces, chopos y fresnos; y en el que plantaron los del Villálvaro su campo de futbol.

Antes de llegar al pueblo nos encontramos con el padre de Miguel que va a dar una vuelta a una tierra que tiene ahí al lado. Tras saludarle nos dirigimos a la ermita de San Pedro, el “postol” de Villálvaro, que preside las fiestas de la localidad, y que tiene anexo el camposanto de Villálvaro. A propósito de las fiestas comentamos los elegantes vestidos de las mujeres en esos días de celebración en que competían entre ellas por llevar algo mejor que la vecina. ¡¡Cosas de la vanidad humana!!

Con estas reflexiones atacamos el último tramo hacia el destino de la jornada: Zayuelas.

Lo hacemos por el vertedero para atrochar y enseguida nos mete en el monte de carrasca por el que avanzamos notando ya la temperatura del mediodía castellano.

Y unas pocas charletas después entramos en Zayuelas. Allí nos recibe un esplendoroso Teleclub que nos proporciona las cervezas reparadoras de la llegada, mientras damos tiempo a sacar las viandas. Algunos, apremiados por el Numancia o por ocupaciones más importantes, regresan anticipadamente, quedando una docena de sanbures prestos a saborear el desenlace de la jornada.

Nos sorprende conocer la población de Zayuelas y el buen ambiente que se respira. Y recordamos la maravillosa descripción que hace el Nomenclator de Manuel Blasco Jiménez cuando habla del Zayuelas de finales del siglo XIX, principios del XX:

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Las costumbres de sus moradores siguen siendo sencillas y su carácter bondadoso. En lo que se ha introducido alguna reforma es en el vestir.
Hace treinta años podíase decir con más razón que ahora: figúrese el lector hallarse delante de un hombre vestido con chaqueta parda de cuello recto, con dos hileras de mayúsculos botones dorados cosidos sobre pequeñas presillas de galón de seda, calzón basto pardo de jareta, media parda, escarpín, id. redoblado hasta la canilla, abarca o alpargata, con hiladillo estrecho, pañuelo de color en la cabeza y por, sobre todo, una dalmática parda desfigurada con capucha, y tendrá el tipo de habitante de Zayuelas y el de sus pueblos vecinos en la estación de invierno.
Haga cuenta que se le exhibe una bella de ojos rasgados y tomada por el sol, con jubón pardo, ceñido y descotado, abierta la bocamanga y bordados sus ojales con seda verde o amarilla; cubierta la cabeza con pañuelo atado bajo la barba, y el seno con otro blanco o de color claro, cuyos ángulos o puntas se esconden por delante y atrás dentro del jubón o van prendidas con alfileres fuera de él; con saya parda corta y mal plegada; medias de lana parda también o blanca; alpargata sujeta con hiladillo azul; abarca de cuero sin curtir bien hecha y con calzadera de lana blanca o negra, o zapato descotado con una sola oreja prendida de un botón metálico por el lado exterior del pie, y puede asegurar haber visto el tipo común de la mujer del partido del Burgo; es decir, su tipo de hace 30 años, pues desde entonces ha sufrido alguna reforma, no en valde pasa el tiempo, perfeccionador de usos y costumbres. .

Con estas imágenes de tiempos pasados nos disponemos a dar cuenta de las raciones preparadas por cada cual, pero generosamente regadas por los caldos de Maricruz, quien a su vez se encarga del postre, que zampamos en animosa tertulia.

Y mientras esperamos al autobús que nos devuelva a San Esteban, unos deciden seguir con la charla, y entretanto otros salen a la calle a jugar un mus al calor de los rayos que la primavera deja en Zayuelas.

Sanbur_SanEsteban-Zayuelas_31

Otro día completo. Otra marcha para el recuerdo.

Eduardo Bas
05Mayo2018

1 comentario :

  1. Como siempre, tu relato me hace estar allí sin haber estado. Gracias, Eduardo!

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