lunes, 7 de octubre de 2019

De San Pedro Manrique a Yanguas

5 de octubre de 2019

“El sentido de vivir.
¿Cuántas veces he dicho –y lo han repetido algunos de mis personajes- que la única obra de arte que quiero dejar firmada es mi propia vida?
¿Y cuántas veces he deducido que, en consecuencia, “¿cómo vivir?” es la única pregunta para la que quiero tener permanentemente respuesta?
La existencia., el valor radical”

(Avelino Hernández).

Volvemos hoy a las Highlands sorianas para recorrer otra etapa más del GR 86, y esta vez lo haremos desde la capital de las Tierras Altas sorianas: San Pedro Manrique.

Catorce correligionarios, algunos apuntados en el último minuto por haber adelantado o pospuesto las tareas de la vendimia, nos subimos al autobús en el frontón; aunque como novedad hoy lo hacemos con una sensación lúgubre y tenebrosa, ya que una avería en la red eléctrica ha dejado medio pueblo en la más absoluta oscuridad.

Incorporamos a otros cuatro miembros de la expedición en El Burgo y continuamos hacía Soria. Venimos de unos días de temperaturas veraniegas que, según todos los pronósticos, van a seguir acompañándonos en la jornada de hoy. Sin embargo, al llegar a la capital nos encontramos con unos bancos de niebla cerrada que, tras recoger a los tres últimos cofrades, no nos abandonan ya hasta San Pedro Manrique.

Así que rodeados de una intensa niebla iniciamos la caminata desde la plaza de San Pedro. El primer hito es la Virgen de la Peña, ese lugar mágico, donde cada 23 de junio se contempla cómo los hijos de San Pedro atraviesan descalzos una alfombra de brasas de roble, solos o con alguien a cuestas, mientras la ceremonia es presidida por tres doncellas de la localidad, vestidas de blanco y con unos extraños cestos en la cabeza con flores de pan y unas varillas de harina: las Móndidas.

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Extraño y curioso rito de origen desconocido, que bien pudiera ser celtibérico, y sobre el que se ha escrito y se sigue escribiendo largo y tendido, y que invita a cuestionarse las misteriosas costumbres del ser humano en este rincón soriano.

Desde aquí en constante e inmisericorde subida, ganamos altura hasta que por fin dejamos la niebla por debajo. Niebla que parece haberse pegado al valle sin intención de soltarse. La estampa de un mar de nubes a nuestros pies mientras se empieza a contemplar el horizonte, iluminado con las primeras luces del día, es, sencillamente, espectacular.

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Y enseguida llegamos a Taniñe, y en acertada decisión nos disponemos a pasearlo.

Uno no puede evitar recordar a su amigo Avelino Hernández y su obra “La Sierra del Alba” que se le viene irremediablemente a la cabeza:

El alcalde de San Pedro Manrique recibió en su despacho a Karl Adhel a las once de la mañana del 25 de junio, pasadas las fiestas.
El alcalde de San Pedro Manrique le dijo:
- A su entera disposición, profesor, para lo que tenga a bien preguntarme y yo sepa contestar.
Esto fue lo que Karl Adhel preguntó al alcalde de San Pedro Manrique; y lo que el alcalde le supo contestar.
- ¿Siempre fue San Pedro Manrique centro principal de la Sierra del Alba?
- ¡Y lo sigue siendo!
- ¿qué habitantes tiene?
- Puede que llegue a cuatrocientos
- ¿Y cuántos tuvo?
- Censos ha habido en que arrojó más de mil
- ¿qué ha pasado?
- … ¡los tiempos!
- ¿conoce bien la Sierra?
- Palmo a palmo; de niño fui zagal.
- Quiero preguntarle por cincuenta pueblos
- Mande usted, que se le contestará conforme.
- Quisiera que me informara de cuánta gente vive en ellos.
- Vayamos adelante.
- El Espino
- Un pastor vive todavía en El Espino.
- La Losilla
- Tres familias; los matrimonios solos.
- Pobar
- Dos familias; los matrimonios. Le quiero aclarar, profesor, para no serle pesado repitiendo, que en la Sierra no queda infancia ni juventud por debajo de los cuarenta.
- Cerbón
- Nadie vive en Cerbón.
- Valdelavilla
- Nadie vive en Valdelavilla.
- Torretarrancho
- Nadie. Está perdido sin remisión.
- Las Fuesas
- Dos familias.
- Castillejo de San Pedro.
- Una viuda y su hijo soltero. Suman ciento treinta años entre los dos.
- El Vallejo
- Nadie.
- Valdenegrillos
- Un vecino.
- Matasejún
- Cual que diez.
- Sarnago
- Nadie.
- Fuentebella.
- Nada. Muerto.
- Acrijos
- Muerto también. Y Vea. Y Villarijo. Y Armejún. Y Valdemoro. Muertos sin salvación ya todos.
- Buimanco
- Nadie vive en Buimanco.
- Taniñe
- Nadie.
- La Cuesta
- Muerto también. Perdido.
- Aldealcardo
- Un vecino queda en Aldealcardo.
- Villaseca Bajera
- Cerrado del todo.
- Vilaseca Somera
- Una viuda y su hijo. Hacen medio vecino.
- Palacio
- Un padre y una hija; que es maestra, pero para nada.
- Navabellida
- Dos familias.
- Montaves
- Tres.
- El Collado
- Un vecino queda.
- Lería
- Nadie.
- La Mata
- Nadie.
- La Vega
- Muerto también.
¡Todos están cerrados! ¡Sin remedio! ¡Todos! ¡¡Todo muerto!!¡¡Muerto!!
Siga, siga usted profesor. Y perdone… siga.
- Camporredondo
- Nadie queda.
- Diustes
- Uno.
- Velosillo
- Nada.
- Villar de Maya
- Dos hermanos solteros.
- Verguizas
- Dos familias en verano. El resto del año les quitamos la luz. Total, ¿para qué?.
- Valdehuérteles
- Un vecino.
- Ledrado
- Un vecino.
- Santa Cecilia
- Muerto.
- Bretún
- Muerto también.
- Vizmanos
- Muerto.
¡Muerto!
¡Está todo muerto! Toda la Sierra
¡¡Muerta!!
Y rompió a llorar –¿de tristeza?, ¿de añoranza?, ¿de rabia? - aquel hombre tan entero.
- Discúlpeme… discúlpeme, profesor, discúlpeme… no puedo proseguir… ¡Usted me comprenda!...

Esto es lo que nos dejó dicho Avelino hace 30 años; mucho antes de que surgiese el movimiento actual de la España vaciada.

Afortunadamente no sabemos si por la influencia de la obra de Avelino, que sin duda la tuvo, o por otros méritos, pero hoy nos conmueve gratamente la rehabilitación de bastantes casas de Taniñe –inicialmente objeto de la pionera experiencia de un centro de desintoxicación de drogadictos-, incluso el establecimiento de una Casa Rural.

Pero dejamos la añoranza para retomar el camino, y enseguida vemos cómo Taniñe se empeña en ese otro proyecto consistente en la recuperación de la vaca serrana negra soriana.

El camino hacia nuestro destino de hoy nos hace recorrer un tramo por la carretera donde nos sorprenden dos inesperadas visitas burgenses: Eduardo, un guardia civil, antiguo sanbur, que andaba tras los rumanos que andan esquilmando el monte de setas, y un cura, Antonio –Toño- Arroyo, quien seguramente, tras sus 35 años por la Sierra del Alba, es el único no sampedrano al que se le ha permitido realizar el paso del Fuego.

A partir de aquí nos dirigimos, con el sol ya calentando, hacia Villar del Río, no sin antes, a mitad de camino, hacer la consabida parada del almuerzo. Buscamos acomodo a la sombra del pinar que vamos rodeando, y salen en procesión caldos y viandas. El día invita al relajo y la conversación, por lo que se extiende hasta que nuestro capitán manda reanudar la marcha.

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Tras un primer reagrupamiento intentamos hacer una segunda reunión a la entrada de Villar del Río pero… tres socios no aparecen… Esperamos un buen rato antes de entrar en Villar hasta que… conseguimos localizarles: se habían adelantado, atrochando, y estaban tan tranquilitos, amorrados a una lata de cerveza, en el puente de Villar del Río. Amonestación.

Continuamos la marcha, paralelos al cauce seco del río Cidacos, hasta alcanzar las primeras casas de nuestro destino: Yanguas.

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Estamos ya en el punto más al norte de la provincia de Soria, casi en La Rioja, lugar prerromano, del que saldrían arrieros de prestigio… y si no que se lo pregunten a Don Quijote:

Capítulo XV
Donde se cuenta la desgraciada aventura que se topó don Quijote en topar con unos desalmados yangüeses
Cuenta el sabio Cide Hamete Benengeli que así como don Quijote se despidió de sus huéspedes y de todos los que se hallaron al entierro del pastor Grisóstomo, él y su escudero se entraron por el mesmo bosque donde vieron que se había entrado la pastora Marcela; y, habiendo andado más de dos horas por él, buscándola por todas partes, sin poder hallarla, vinieron a parar a un prado lleno de fresca yerba, junto del cual corría un arroyo apacible y fresco; tanto, que convidó, y forzó, a pasar allí las horas de la siesta, que rigurosamente comenzaba ya a entrar. Apeáronse don Quijote y Sancho, dejando al jumento y a Rocinante a sus anchuras pacer de la mucha yerba que allí había, dieron saco a las alforjas, y, sin ceremonia alguna, en buena paz y compañía, amo y mozo comieron lo que en ellas hallaron.
No se había curado Sancho de echar sueltas a Rocinante, seguro de que le conocía por tan manso y tan poco rijoso, que todas las yeguas de la dehesa de Córdoba no le hicieran tomar mal siniestro. Ordenó, pues, la suerte, y el diablo (que no todas veces duerme), que andaban por aquel valle paciendo una manada de hacas galicianas de unos harrieros yangüeses, de los cuales es costumbre sestear con su recua en lugares y sitios de yerba y agua, y aquel donde acertó a hallarse don Quijote era muy a propósito de los yangüeses….

Alcanzado el objetivo de la jornada tras poco más de 20 km. de alegre y desenfadada marcha: algunos se lanzan a retozar en el río, otros tienen el dudoso gusto de conocer las ortigas del Cidacos, y los más van acudiendo al bar del pueblo a por esa cerveza reparadora, tras la cual nos espera el generoso cocido que nos han preparado en el restaurante Los Cerezos.

Como no puede ser de otro modo el puchero da pie a un animado palique, en el que Acacio saca a relucir el extraordinario Museo fundación que hay en Bretún, lo que da fundamento a recomendar no sólo una visita a Bretún y su museo, sino a complementarlo con la lectura del libro “Las buenas y las malas noches de Vicente Marin”, en el que se puede descubrir a este curioso personaje soriano y singular de la mano de su autor, Javier Narbaiza, que nos lo introduce de esta manera:

Mientras desde su ventanal de Bretún escruta los atardeceres sosegados de otoño, Vicente Marín hace recuento de años y travesías, vicios y oficios, y sin contención ni excesivo pudor desgrana diversos capítulos en los que nos muestra su decantación sexual de amplio espectro, su perfil de pícaro lúcido y picaflor impenitente en el que se avienen múltiples registros desde la etapa en la que quiso verse como obispo elegante, después mayordomo de nobles casas, camarero de coctelería fina en Mallorca y Londres, gestor hotelero de éxito, y hoy, habida cuenta del roce con tantos personajes glamurosos y buenas maneras aprendidas, viene a ejercer de apócrifo marqués de las Tierras Altas de Soria.

El refrigerio acaba con alguna que otra partida de mus salpimentada con algún paseo por el pueblo de Yanguas antes de tener que recogernos en el autobús que nos devolverá al origen.

Otro día para el recuerdo que nos deja estampas imborrables de la Sierra del Alba.

Eduardo Bas.
05Oct2019

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Datos de la ruta:

  • Tramo del G.R.86 desde San Pedro Manrique hasta Yanguas, 20,6km.
  • Participantes: 21 sanbures andarines.
  • Hora de salida, 8:45h, hora de llegada 14:50h.
  • Altitud máxima/mínima: 1362m (Alto de La Mata)/955m (Yanguas).

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