jueves, 20 de octubre de 2016

X Ovochorizada, y toca en Torremocha

Cuando llega la alegre mañana
y la luna se escapa del río,…
… los de SanBur a su libre albedrío
al Perico enfilan su caravana.

Este año nos vamos a tierras de Ayllón. Curiosamente todo el territorio que veremos hoy perteneció a la Tierra de Ayllón hasta que en 1833 se dividió España en las provincias actuales.

Tenemos con nuestros vecinos de Ayllón una relación especial; ambos sufrimos el estar al extremo de nuestras respectivas provincias y ambos padecemos el infortunio de nuestros más directos vecinos, Riaza para unos y El Burgo para otros. Pero quizá, también, por eso somos más humildes, más abiertos, más universales, y aunque dejemos ver, en ocasiones, nuestros arrestos siempre será en aras de una pacífica y serena convivencia comarcal. Para demostrarlo nada mejor que SanBur, que hoy integra a más de media docena de compañeros de El Burgo interesados, como el resto, en descubrir estas tierras “sorisegovianas”.

Las tierras que vistamos hoy son, pues, tierras linderas, que hasta los obispos de Sigüenza y de Osma se las disputaban antaño. Hoy poco importa que sean segovianas o sorianas, apenas sirven para mostrar uno de los más hermosos paisajes de la comarca, donde enseguida constatamos que habitan más corzos que personas.

Mientras que durante la primavera, los terrenos en los que abunda la arcilla roja aparecen tremendos, sobrecogedores como en ningún otro sitio; por el otoño sin embargo, dejan la sierra, no sé si triste y oscura, pero sí presente, incluso imponente antes de acoger a las nieves del invierno.

Así que con un amanecer otoñal para enmarcar, en espectáculo digno de madrugón, nos dirigimos a Liceras, donde nos espera Timoteo, su alcalde, quien nos cuenta las peripecias sufridas para devolver a lo público su más preciado tesoro: la atalaya semiderruida, que en algún tiempo lejano, no se sabe cómo, pasó a manos privadas, y que trajeron como consecuencia su descuido y hasta su ruina. Menos mal que recientemente se ha deshecho el entuerto y los de Liceras han procedido a una modélica restauración de este símbolo de unión de sus tres barrios.

Se trata de una atalaya circular, como muchas de la zona, del siglo X, pero con una curiosa ubicación, pues se encuentra en mitad de la población, cuando lo sensato parecería haberla situado en lo alto de la loma que protege a Liceras, máxime si se tiene en cuenta que no se tiene constancia de ningún otro punto similar con el que mantener el contacto visual. Quizá fuese construida con un objetivo más de protección que de vigilancia. ¡Quién sabe!

Al bajar de la obligada visita a la atalaya nos detenemos en un peculiar taller que perteneció a Constantino de Pablo, quien durante su existencia, y gracias a su inteligencia natural y buen hacer artesano, se ocupó de fabricar, con diseño propio, cualquier mueble de madera que requiriesen los vecinos de Liceras; desde ataúdes hasta armarios, mesas, sillas… pasando por todo tipo de aparejos y equipamientos. Su mente inquieta acompañada por su habilidad como ingeniero (recordad que ingeniero viene de ingenio, aunque muchos de los ingenieros actuales carezcan de él) hicieron de este aborigen una de esas personas difíciles de olvidar por sus obras, que aunque perecederas quedaron en la memoria de quienes lo conocieron. ¡¡Pero, sí fue hasta el primero del pueblo que pergeñó un aparejo para arar con una sola caballería cuando lo normal era hacerlo con dos!!

Con la visita a Liceras y la promesa de regresar con más calma en otra ocasión, comenzamos la andadura por la carretera que sale hacia Noviales. Somos una treintena larga de caminantes que enseguida nos desviamos a la derecha para ir por la loma que acompaña el cauce del río Pedro hasta Cuevas de Ayllón, ya que parece ser que el valle está impracticable, y ya se sabe, con la marcha… aparecen los colores y los olores del monte, unos cuantos buitres vienen a vigilarnos. Al fondo, la sierra con el Bordega, el Pico de Grado,… y, recordamos aquello de … las huellas de aquellos que caminan juntos, nunca se borran… así que resulta fácil olvidar los problemas diarios y dejarse llevar a la integración con la naturaleza.

Finalmente bajamos juntos hasta el Perico para buscar el camino que nos conducirá hasta el hermoso pueblo de las Cuevas de Ayllón, donde aunque un poco pronto hacemos parada para un pausado y agradable refrigerio en el parquecillo que han habilitado a la entrada de la población. La soleada mañana y los caldos salidos de los macutos hacen remolonear y posponen la reactivación de la marcha, que por fin retomamos acompañando, ahora sí, a su majestad el río Pedro, que por estos lares, que nos llenan hoy, ha sido desde siempre venerado, incluso desde antes de la llegada de los romanos.

Por él vamos hasta Ligos, no sin antes poder certificar la importancia que tuvieron los palomares, hoy la mayoría hundidos o significativamente deteriorados. Y mientras escuchamos el murmullo de las aguas del Pedro, sorprendemos a un primer trío de corzos que habían bajado a beber sus aguas y que salen, sorprendidos por los sanbures, cerro arriba. Y al poco, otro trío más, que imita a la perfección el instintivo movimiento.

Definitivamente, tras vernos obligados a atravesar el Pedro un par de veces para ir por sus distintas márgenes, pues el camino se pierde en ocasiones, y las marcas del supuesto PR brillan por su ausencia, damos fe, otra vez, que hemos visto ya más corzos y buitres que personas encontraremos durante la jornada. Y es que, aunque duela, hay que decir, o recordar, que pisamos unos parajes que son desierto poblacional: menos de un habitante por kilómetro cuadrado habitan estos campos!

Sea como fuere llegamos, por el Perico, hasta Ligos, entrando por el molino semi hundido para alcanzar el bonito mirador de este otro pequeño núcleo de población, donde sorprende la cantidad de casas adecentadas, reconstruidas, y suponemos que aunque cerradas la mayor parte del tiempo, son aprovechadas en el estío por sus propietarios venidos de distintos puntos de la geografía nacional. Alguno puntualiza que por estas tierras que visitamos hoy hay bastantes guipuzcoanos, o al menos algunos, que habitualmente cambian las aguas de Cantábrico por las del Pedro. ¡Algo tendrá el Pedro, además de la caza!

Salimos de Ligos con la intención de acercarnos hasta el molino de Torraño, pero de nuevo a mitad de camino la maleza nos impide continuar y se decide cambiar el itinerario para dirigirnos ya al destino de la jornada. Atrochamos por el altozano, y buscamos un camino que, sin embargo, nos confunde y aleja de nuestro objetivo, aunque gracias a ese rodeo, podemos ver el rebaño de ovejas de Edmundo, careando por las tierras de Las Cuevas y Torremocha.

Estampa de la infancia que se nos antoja cada vez más infrecuente, y es que cada vez es más difícil ver a churras y ojaladas, y saber que hubo un tiempo en el que la Mesta sirvió de referencia para estantes, trashumantes y trasterminantes. Y aunque nuestro presidente con insistencia me invita a la estancia, tendrá que asumir mi carácter trasterminante, al menos hasta que llegue al momento del júbilo, felizmente alcanzado por nuestro socio Tomás, del que tanto tengo todavía que aprender.

Y con estas disquisiciones, previas a la búsqueda de los mejores pastos para la invernada, provocadas por las ovejas del Edmundo, llegamos por fin, con un cierto retraso y algún kilómetro más de los previstos inicialmente, a Torremocha, a Torremocha de Ayllón, donde nos acoge un recibimiento espectacular. Bien es cierto que podrían haber puesto el fin de etapa cuesta abajo en vez de cuesta arriba (pá las cuestas arriba quiero a mi burra, que las cuestas abajo yo me la subo), pero no es menos cierto que la cochera preparada para acogernos, barril de cerveza incluido y listo, nos hace la llegada al oasis más placentera.

A partir de aquí, la cocina dirigida por nuestra estrella michelin Elvira, y la confraternización y disposición del pueblo de Torremocha hacen del día un cierre de jornada en perfecta armonía, rematado con los pacharanes del lugar, y que inmortalizamos en la consabida foto de familia.

Y para bajar los efluvios nada mejor que una visita guiada a la hermosa iglesia y a la tejera del pueblo, tras las cuales la pereza para abandonar el lugar hace acto de presencia y nos obliga a estirar la partida un par de horas.

Gracias Torremocha por vuestra acogida y hospitalidad!. Día grande para el recuerdo de sanbures y torremochanos!

Eduardo Bas.
16Oct2016

Algunos datos de la ruta:
  • salida desde Liceras: 8:40h,
  • almuerzo en Cuevas de Ayllón: 10:50h - 11:20h,
  • paso por Ligos: 12:45h,
  • llegada a Torremocha: 15:00h - 15:20h,
  • total 23km recorridos.

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